La pasada semana se produjo un hecho que parece indicar que el Gobierno de
España empieza a entender la importancia que el sector del turismo tiene para
la economía y el empleo de este país. Más allá de subirse al carro de las
buenas noticias generadas por el sector y sacar pecho por los records del
turismo han tomado una medida que claramente favorece que se mantenga la buena
marcha de este. El Consejo de Ministros acordó rebajar las tasas aeroportuarias
un 11% hasta el 2021.
AENA, una empresa cuasi privada después de que el anterior Gobierno
vendiera el 49%, parece que era totalmente contraria a la medida de la bajada.
Pues claro, el objetivo de una empresa “privada” es ganar dinero, todo el que
pueda, para sus accionistas. Y desde luego no lo está haciendo nada mal, según
los últimos datos económicos publicados AENA gano 944 millones de euros hasta
septiembre de 2016, un 47,8% mas. Debido a varios factores, por un lado, el
incremento de más de dos dígitos del tráfico de pasajeros, pero también el
haber ganado pleitos que tenía y que hacen que la reversión de las provisiones
dotadas sea positiva. Además, han seguido rebajando la deuda, lo que mejora sus
indicadores.
El resultado bruto de explotación (EBITDA) fue de 1.759,6 millones, un
10,5% mas si lo comparamos con los nueve primeros meses de 2015, y según la
propia AENA la reducción de tasas que se aplicó a partir de marzo solo tuvo un
impacto negativo de 30 millones de euros en sus cuentas.
Pero volvamos a las tasas aeroportuarias, no es una única, son muchos los
conceptos que se pagan y todos de una manera u otra se repercuten al consumidor
vía el precio del billete. AENA cobra a las aerolíneas por el uso de las
pistas, los servicios de tránsito aéreo, los de meteorología, el uso de
“fingers” o de autobuses y escaleras para el embarque y desembarque de
pasajeros, los de carga y descarga, los de combustibles, etc. Y los pasajeros
pagamos también por la gestión del equipaje, por los controles de seguridad… En
definitiva, por muchos conceptos.
Está claro que AENA debe generar los recursos suficientes para mantener su
actividad y sus inversiones. Es evidente que no debemos pensar que debe ser una
entidad deficitaria y que las perdidas las asuma el Estado. Ese no es el
planteamiento. Pero desde luego existen factores que hacen que se pueda ser
rentable y competitivos a la vez.
La red de aeropuertos españoles la forman unas 48 instalaciones, de estas
pocas, solo unos 9 mas o menos son rentables. Luego tenemos otros que realizan
un servicio público y de cohesión territorial como son los insulare, Melilla y
el helipuerto de Ceuta. Esta red tiene paradojas como el caso de Vitoria, que
tiene cinco aeropuertos a una hora en coche, Bilbao (73km) San Sebastián
(117km) Pamplona (110km), Burgos (116km) y Logroño (126km). O el caso de
Galicia donde entre Santiago y La Coruña hay 60 km y el de Vigo a 100 km. ¿Qué
cuesta mantener toda esta infraestructura? ¿De verdad es necesario cuando por
otro lado el Estado esta construyendo líneas de tren de alta velocidad que
compite directamente con el avión?
Hace falta desde luego coraje político para cerrar aeropuertos
deficitarios, infrautilizados o redundantes. Más allá del hecho del cierre esta
su efecto económico en las cuentas de AENA y que repercutiria en una gestión más
eficaz y por tanto también en mayores reducciones en las tasas aeroportuarias
que suponen casi un 70% de los ingresos de la empresa según información
disponible.
La rebaja de las tasas está demostrada que sirve de estímulo para generar más
tráfico. No para el cliente final, para usted o para mí, nadie elige destino
por una reducción de unos euros en su billete. Pero desde luego si las compañías
aéreas que pueden colocar más o menos vuelos a un destino en función de
factores como estos. ¿Porque si no Egipto, Grecia o Turquía utilizan política
de tasas muy reducidas o cero para captar tráfico aéreo?
En fin, que es una buena noticia la anunciada por el Gobierno para los
próximos cinco años, aunque solo sea un dos y pico por ciento anualmente, algo
es algo y desde luego ya era hora, ¿o no?