Debo de reconocer mi respeto y admiración por
todas aquellas personas que de manera sistemática son capaces de escribir sobre
gastronomía, unos con más acierto que otros, pues en esto de la gastronomía,
como en el futbol, todos nos creemos expertos.
Que la
gastronomía es un elemento singular de un país es casi tanto como decir que
todos los días amanece. La
gastronomía define la idiosincrasia de un pueblo, y suele ser consecuencia de
la evolución del mismo. Estoy pensando sobre todo en esos platos tradicionales
que fueron surgiendo por la imaginación y necesidad de alimentar a una familia
cuando todo prácticamente escaseaba. La inventiva de nuestras abuelas, y antes
que ellas sus propias abuelas, ha ido creando platos singulares que con el paso
del tiempo se han ido adaptando a los nuevos gustos de nuestro paladar. Antes más
ricos en grasas o en azúcar, hoy con el cuidado al cuerpo y la salud más
ligeros pero igual de buenos y contundentes.
Yo me confieso apasionado de la cocina, de la cocina de mi casa y de la cocina
para mis amigos, que es muy distinto a tener que cocinar todos los días por
obligación, y aquí es donde entra la profesionalidad de nuestros cocineros,
ellas y ellos. No es lo mismo disfrutar buscando recetas, comprando ingredientes,
investigando, preparando y degustando en buena compañía, que hacer todos los
días el ejercicio de dar de comer a unos cientos de personas para desayunar,
almorzar y cenar. Todo un reto.
Se estarán preguntando que toda esta introducción
para llegar a donde, pues a una realidad, la
gastronomía es un elemento que se debe cuidar en un destino turístico. Pero
debemos distinguir entre destinos
gastronómicos y la gastronomía de un destino.
Un destino gastronómico es aquel que ha conseguido por méritos propios un
reconocimiento internacional y que hace que los turistas vayan por su cocina,
sus productos. En este grupo podríamos incluir, en mi opinión, al País Vasco, o
la Rioja. Dos zonas de nuestro país que atesoran una gran tradición y algunos
de los mejores sitios del mundo para comer, algunos premiados y otros muchos no
tan reconocidos pero que sin lugar a duda hacen de la experiencia de un viaje
gastronómico una aventura en sí mismo.
La gastronomía de un destino es otra cosa, es lo que abunda, es un complemento a la oferta turística
pero no es un elemento decisivo a la hora de elegir unas vacaciones, pero también
es importante, porque ya que se va a un sitio lo que cualquier turista con una mínima
inquietud quiere es probar lo “típico” de la zona, o ¿no?
Leía hace unos meses en Hosteltur un artículo sobre la importancia de la gastronomía para
un destino turístico y cuáles eran los elementos clave. Se mencionaban
tres, potenciación de la gastronomía local, formación a los profesionales y el
cuidado de la nutrición. Estoy de acuerdo con esos tres, y quizás alguno más.
El potenciar la gastronomía local va de la mano con potenciar el sector
primario, que los productos sean de la zona es determinante para que la
gastronomía local sea “local de verdad”. Egoístamente el turismo y sector
primario se deben beneficiar mutuamente, unos por disfrutar el paisaje y el
entorno para el turista y el otro por tener la capacidad de vender sus
productos para el turista.
Sobre la formación, es evidente que también, uno
debe saber los pasos y trucos de las recetas de la zona para no engañar al
usuario. Y la nutrición, quizás un elemento cada vez más importante, y que se
debe prestar atención a otros aspectos también importantes como las alergias,
la comida para celiacos, etc.
Que España es un país con una riquísima y abundante gastronomía es decir
nuevamente una obviedad. Dando un repaso por nuestra geografía estoy seguro
que somos capaces de ir nombrando platos, productos de obligado consumo en una
visita a la zona. Unos con mayor grado de elaboración, creatividad y diseño, y
otros tan simples que son imposibles mejorar.
Pero como en todo, en la variedad está el gusto, y
eso no quita para también puedan coexistir, y con gran éxito, restaurantes de
todo tipo en nuestras zonas turísticas. Un mejicano, italiano, japonés o
libanes enriquecen nuestro conocimiento y experiencia gastronómica.
Debemos ser capaces de defender lo nuestro, respetando lo de otros. Si
preguntamos en diferentes lugares seguramente en cada uno de ellos sus
productos sean los mas singulares, los mejores, como no podría ser de otra
manera. En definitiva, estamos orgullosos de lo que podemos ofrecer y tenemos
argumentos para defenderlos no sin ponerle pasión, como ocurre en la cocina.
Por eso, a la hora de poner “mesa y mantel” seamos autenticos, busquemos el
agradar y cautivar a nuestro huésped, que él seguro se llevará un buen recuerdo
de su visita a nuestra casa.
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